Noté el calor que Thyler desprendía, mi cabeza seguía
oculta en su hombro y él jugaba con mi pelo. Fui recuperando la vista. Recordé
lo que había sucedido en la noche, el por qué estaba ahí velando por mí. No
llevaba la camisa, mis ojos buscaron aquella cicatriz que tanto me había
llamado la atención en el sueño. En unos segundos la encontré. Mi dedo se
deslizo por encima de ella, dibujándola. Thyler ya sabía que estaba despierta.
-Buenos días.- me dijo Thyler mostrándome una
brillante sonrisa.
-Buenos días.- aparté mi mirada de la cicatriz y me
sumergí en el dorado de sus ojos.
-Veo que estás mejor. Esta noche me has asustado.-
dijo dándome un beso en la frente.
-No me lo recuerdes.- le contesté en un bajo tono de
voz.
- Ya vuelves a ser la misma Kiara de siempre.- dijo sonriendo- Nunca te había
visto tan asustada como esta noche.
Le sonreí levemente, desviando de nuevo mi mirada a su
seña del hombro. Sentía curiosidad.
-¿Cómo te la hiciste?- le pregunté admirando la forma
de la cicatriz.
-No lo sé, la tengo desde que tengo memoria. Supongo
que será una marca de nacimiento- me respondió abrazándome con más fuerza hacia
él. Asentí.
Al sentir de nuevo el contacto con su piel, recordé
cuando Thyler se me acercaba y aferraba la daga a mi garganta. Un escalofrío
recorrió mi cuerpo, seguido un leve gemido, a causa del estremecimiento, afloró
de mi garganta.
-Nunca dejes que te pierda, por favor. Nunca.
Thyler se miró perplejo, pero por mi rostro ya
surcaban lágrimas tan transparentes como el agua. No podía reprimirlas, era lo
que de verdad sentía. Fue secándolas una a una con sus manos. Apoyo su mano en
mi barbilla e hizo que le mirara. Sus ojos dorados se mostraban tiernos y
cariñosos, como siempre.
-Kiara, te lo prometo.- aseguró acercándose más a mí.
Las lágrimas aun resbalaban. Nuestros rostros estaban a escasos milímetros.
Podía notar su respiración, nuestros labios se rozaban. Apoyó su frente con
cuidado en la mía.- Te quiero.
Sus labios se unieron a los míos con un apasionado
beso. Mi mano rodeo su cuello y se hundió entre su pelo. La cabeza comenzaba a
palpitarme, pero no iba a dejar que estropease ese momento. Noté aquella
electricidad que vibró con fuerza en nuestros cuerpos. Apoye la frente contra
la suya, apartando nuestros labios. Tenía los ojos cerrados.
-¿Por qué solo me pasa contigo?
-Porque soy especial.-respondió Thyler, su respiración
se aceleró.
-Eso ya lo sé.- le dije con un sonrisa.- Ayer me salvó
el lobo de mis sueño y del cuadro, recuerdo sus ojos dorados clavándose en los
míos. Son como los tuyos.
Los ojos de Thyler se oscurecieron, recordándome a los
de su sueño. Me aparte bruscamente de él. Una extraña sensación me inundó, el
miedo. Caí al suelo, las manos se me iban a la cabeza, un fuerte zumbido que se
mezclaba con los latidos de mi corazón. Un sudor frío me recorría la espalda.
Thyler salió de la cama y avanzó hacia mí. Fui yéndome hacia atrás, mientras
venía hacia mí despacio, mirándome horrorizado. Mi espalda chocó contra la
pared.
-¿Qué te ocurre? Es como si me tuvieses miedo.- me
dijo Thyler colocándose en frente de mí, en cuclillas.
-No te equivocas.- dije en voz baja.
Su expresión intentó ser tranquilizadora, pero me
alteraba aún más.
- Kiara… ¿Qué soñaste? La verdad.- me exigió Thyler.
-Está bien, pero escúchame atentamente- le dije
triste, ocultando mi rostro entre mis manos, porque las lágrimas habían
comenzado a brotar de nuevo.
Le conté mis sueños despacio y con la voz quebrada.
Tenía un nudo en la garganta. Los dedos de Thyler se entrelazaban con los míos,
dejando mi rostro al descubierto. Thyler se sentó al lado mío y me abrazó,
hasta que por fin se decidió a hablar.
-No te haré daño, no soy esa persona con la que
soñaste. Llevará mi cara, pero no mi alma.- me afirmó Thyler.
-Lo sé, pero aun así…es difícil no dejar que el miedo
te invada.
-Kiara, no eres una cobarde si a eso te refieres.
-Quiero que esto acabe, quiero encontrar a ese lobo,
deseo matar a Deathmort y encontrar a mis parientes.
-Y acabará, cuando llegué el momento.- me dijo Thyler
dándome un beso en la frente- No te atormentes.
-Será mejor que nos cambiemos, quiero partir a Bluelake
cuanto antes. Tendré miedo de mis sueños, pero no van a impedirme que le clave
una daga a Deathmort en el corazón.- le dije segura de mí misma. La
vulnerabilidad me enfadaba, quería luchar, quería sentirme fuerte de nuevo. La
piedra volcánica comenzó a brillar un poco.
-Pues entonces, yo también me voy a cambiar- me tendió
una mano para ayudarme a levantare- ¿Juntos?
Le acepté su mano y tiró de mí.
-Juntos.
Antes de que se fuera, corrí hacia él y le cogí del
brazo con fuerza. Hice que se girará, no me lo pensé. Necesitaba volver a
sentir esa electricidad que sentía hacia Thyler, necesitaba ver ese lazo que en
unos meses se había formado y que no se cortaría. Necesitaba ver que mi antiguo
mundo había quedado olvidado, volver a sentir sus labios contra los míos. Que
la gente se equivocaba. El beso que le di fue largo y duradero, queriendo
absorber al otro, expresando lo que sentíamos. Deje que se fuera, sino no
podría separarme de él.
Abrí el vestidor, cogí unos pantalones de cuero
negros, una camiseta blanca de tirantes, las botas negras y la chaqueta de
cuero también negra, con eso pasaría desapercibida. Me puse los cinturones con
los diversos cuchillos y armas. Respiré hondo y por primera vez en mucho
tiempo, me hice una trenza de espiga, no quería que el pelo me molestara
mientras luchará.
Salí fuera y allí estaban todos esperándome. Les
dirigí una mirada, me siguieron. Mi expresión había cambiado por completo.
Ahora estaba recta, firme, segura y deseosa comenzar. Bajamos las escaleras y
vi a Nagiel y a Finn dándose la mano. Respiré hondo y absorbí la esencia de
aquel lugar. Pensé en el lobo, lo encontraría. Vi la silueta de una mujer mirar
por una de las ventanas. Era Corina.
-Necesitamos caballos, partimos hacia Bluelake.- le
dije seria.
-Lo sé, están a bajo.- contestó sin dejar de mirar por
la ventana.
-Gracias.-le respondí. Proseguimos hacia la puerta
principal.
Ella me agarró del brazo, aferrando su mano a mí.
-Kiara espera, quiero hablar contigo.
-Está bien- le miré- Id yendo.- les mandé a todos,
ellos obedecieron sin reproches.
Me quedé a solas con Corina. Pude ver como el labio le
temblaba, los ojos se le estaban poniendo llorosos.
-Habla, tengo prisa.- le dije seca.
-Solo serán unos minutos. Primero, para hacerte
fuerte, consigue las tres piedras; la
del volcán ya la tienes, la de la luz está en City of Dropped Sun y la del agua
está en Bluelake. Ahora no es el momento de que te explique para que las
necesitas.- me explicó Corina. Su mirada seguía clavada en el exterior.
-Entendido, las encontraré.
- Y…he de confesarte…que conocí a Deathmort en primera persona.- dijo Corina
poniendo su mirada en mí.
-¿Y?
-Pues que…él mató a tu padre.- el labio le temblaba
más, iba a ponerse a llorar.
-Ya lo sabía, dime algo que no sepa.
Mi tono de voz se escuchaba frío, helador para ser
exactos. Tenía demasiada prisa como para escuchar de nuevo la misma historia
sobre Deathmort. Corina comenzó a andar de un lado a otro, inquieta y nerviosa.
Se estrujaba las manos, una contra otra de forma que los nudillos se volvían
blancos.
-
Kiara, no lo entiendes, yo soy tú madre.-dijo Corina con un susurro, las
lágrimas comenzaron a resbalarle por las mejillas. Hice una imperceptible
pausa, lo asimile e intente no gritar.
-No es cierto, mi madre está muerta. ¡Muerta,
entiendes!
-
No quiero que me perdones, solo quiero que vuelvas conmigo y seamos la
familia que en realidad somos.- me dijo Corina posando sus manos en mis hombros,
yo me zafé de ella con brusquedad.
-¿Qué familia?- grité- ¡No tengo padres! Mi padre
murió en manos de Deathmort y mi madre, ahora mismo, está muerta para mí.- le
dije duramente.
-Por favor Kiara…-comenzó a decir.
-No tienes derecho. ¿Creíste que hacías bien? Me
mandaste a un lugar en el cual nadie me quería, me sentía distinta…Esto no se
perdona en dos días. Me has fallado, primero abandonando a mi padre, un
desconocido para mí, dio la vida por mí, por ti… y tú comienzas a refugiarte en
Deathmort.- le recriminé enfadada.
-No sabía cómo era y estuve contigo en todo momento.- me
replicó. Me di la vuelta, dejando atrás su mirada de culpa.
-Yo no te vi en mis cumpleaños, en mis recitales, en
mis sueños, en mis canciones...-le dije duramente. Comencé a andar, cuando una
mano me retuvo.
-Kiara, perdóname…- suplicó Corina.
Me solté con desprecio, las lágrimas no asomarían, lo
impediría. Conté hasta tres y me dirigí hacia la puerta, la abrí y deje que el
sol iluminará mi rostro. No oía nada, quería gritar. Cerré la puerta con fuerza
que el eco retumbóen los pasillos. Dejé que mis ojos se cerrarán. Grité con
desesperación y dolor, sintiéndome una minúscula gota de agua en medio de un
mar. Caí al suelo de rodillas. Me daba igual quien me observará, las lágrimas
comenzaron asomar, me incliné y me abrace las rodillas con fuerza, clavándome
las uñas para sentir dolor. Vi a Elessar enfrente mío, a Thyler…a todos.
-¡Lo sabíais!- les grité enfadada y dolida.
-Desde que te vimos ayer por primera vez, supimos tus
orígenes. Eres una copia exacta de tu madre a tu edad, no la culpes ni
menosprecies por lo qye hizo. Te protegió del mal, de la oscuridad.- explicó
Elessar.
-Se acabó.- dije limpiándome el rostro y sorbiendo por
la nariz.
Me quite la chaqueta de cuero y la lancé al suelo. Me
deshice la trenza y me sequé los ojos de nuevo. Pegué un fuerte silbido,
esperando a que un caballo respondiera. Una hermosa yegua negra se acercó a mí.
Subí a ella de un salto, mirando con desprecio a cualquiera que tuviera puesta
la vista en mí.
-Vámonos.- les ordené. Todos se quedaron inmóviles en
el sitio.- ¡Vámonos!
Subieron a sus respectivos caballos. Las manos me
temblaban y el pelo dejaba oculto facciones mi rostro. Notaba el frío congelar
mi sangre, pero eso me mantendría firme. Ya no había lágrimas que corrieran por
mi rostro, no merecía la pena. El caballo comenzó a andar. De repente las
puertas se abrieron y Corina salió.
-¡Kiara espera!- gritó. Mi mano derecha se fue a uno
de los pequeños cuchillos, lo lancé sin mirar, se clavó justo enfrente de
los pies de Corina, ella paró. Elessar me miraba enfadado y confuso.
-No sé qué quieres, pero ya me da igual, no me gusta
que una familia se rompa. Pero en está ocasión, no quiero saber nada de ti, ni
de nadie de esta ciudad. Soy huérfana de padres y de lugar de origen.- le
espeté sin mirarla a la cara.
-Kiara, sé que no me vas a perdonar, pero quiero que te lleves esto.- dijo acercándose
a mí con el cuchillo que le había tirado, con una carta y una espada brillante.
Lo cogí con desprecio.
-¿Qué es?
-Una carta que escribió tu padre para ti, por si… y su
espada. Me la trajo Deathmort.- dijo Corina, con gesto dolido.
-He de irme, Corina.
-Suerte. Vuelve sana y salva, por favor.- me pidió mi
madre secándose las lágrimas.
Me colgué la espada a la espalda, un sentimiento de
culpa, dolor e ira recorrió mi brazo hasta llegar a mi corazón. Mi lucha con
Deathmort se había convertido en algo personal. Levanté la cabeza, me aparté el
pelo de la cara y clavé mi mirada en el frío horizonte. Pensé en cómo sería él,
mi padre, si me hubiera criado allí habría tenido una familia y lo más seguro es
que no fuera la elegida. Respire hondo, y sin mirar atrás, hice que el caballo
comenzará a andar. Oí los cascos de los demás caballos, pero no iba a
hablarles. No por ahora. Ellos estaban impactados por mi reacción, se debían de
creer que actuaría acorde con la situación, que diría << te quiero mamá,
te perdono por haberme metido en un mundo al que no conocía>>
New Sun Shine era un punto en el horizonte. Thyler se
había acercado un par de veces para hablar conmigo, pero no le había respondido,
ni siquiera le había mirado. De repente me di cuenta, no había abierto la
carta. No sé si porque mi subconsciente no quería destapar la voz de una
persona que no conocí y que yace muerta, o porque estaba tan enfadada y dolida
que no había pensado en ella. Pase los dedos suavemente por la carta y la abrí.
Comencé a leerla.
“Querida Kiara, cuando leas esto significará que estoy
muerto y que has vuelto. Quiero que sepas que te quiero muchísimo, mi pequeña,
seguramente no te acuerdes de cuando diste tus primeros pasos, pero eras la
niña más feliz del mundo, yo luché por ti. Aunque no esté ahí contigo, no
significa que debas de sucumbir ante la oscuridad, eres muy fuerte, más de lo
que crees.
La espada que empuñé es un arma diseñada para invadir
de luz cualquier espacio a oscuras. Eres la elegida y como tal debes llevar un
arma poderosa. Has de saber que cuando la empuñes y lleves las tres piedras; la
de volcán, la de la luz y la del agua, serás más fuerte y podrás ver más allá
de lo que conoces.
Quiero pedirte, conociéndote, sé que eres muy
vengativa y que no perdonarás a tu madre por haberte dejado con tú tía. A mí me
has perdonado, ¿por qué a ella no? Ella te quiere más que a nada en el mundo y
eres lo único que le recuerda a mí, a los tres. Perdónala, no tiene la culpa de
querer lo mejor para ti. No me llegaste a conocer, pero siempre estaré ahí,
como ella.
Los amigos que tengo en las distintas ciudades ocultas
como espías te ayudarán, solo debes decir las palabras secretas “medio sol”.
Les reconocerás, porque llevan un brazalete de hierro.
Te quiere, tu padre. Calsan.”
La metí de nuevo en el sobre, cerré los ojos. Deseaba
que estuviera ahí. Que no hubiera muerto. Las manos me temblaban de forma
inevitable. Salté del caballo, deseaba caminar. No comprendía nada de aquel
lugar. Agarré las riendas del caballo y comencé a andar. De nuevo, ese molesto
zumbido inundó mi cabeza, alguien me llamaba.
- “Kiara, Kiara…”- decía una voz femenina.- “Sé que me puedes oír. Responde”
- “¿Quién eres?”- pensé.
- “Me llaman Cassandra. Kiara, libérame de este encierro.”- decía con voz
calmada.
- “¿De qué? No te entiendo”
- “De la nada, libérame.”
- “¿Por qué?”
- “Porque me necesitas para ganar. Invócame. ”
- “¿Y si no te quiero invocar?”
-“Pues esto”.- dijo Cassandra. Un horrible pinchazo
recorrió mi cabeza, paré un momento y volví a recuperar el paso.
-“Está bien. ¿Cómo lo hago?”
- “Necesitarás que haya luna llena, una lágrima, una gota de sangre y estar
en el lago de Bluelake. Sí no lo haces te mataré. Tengo poder suficiente como
para hacerlo.”
La voz y el zumbido se fugaron de mi cabeza como una
simple brisa. Noté que unos dedos se entrelazaban con los míos. Thyler. Me
miraba con una sonrisa dibujada en su perfecto rostro. Sus ojos dorados me
hacían olvidarme de lo que estaba sucediendo. Le miré y volví a fijar mis ojos
en el horizonte.
-Sé que es duro y lo sentimos mucho, todos, no
podíamos decírtelo, teníamos órdenes.- me afirmó Thyler.
-Lo he comprendido, he estado admitiendo que no os
puedo culpar a nadie. Ni siquiera a mi madre.- le dije volviendo a cruzar mi
mirada con la suya.
- Estamos llegando a Bluelake.
Noté la oscuridad calando mis huesos.
-Thyler, ¿quién es Cassandra?
Suspiró antes de contestar.
-Veo que ya se ha puesto en contacto contigo, sabía
que no tardaría mucho. Es una bruja, a la que debemos invocar. Seguramente ya
te habrá dicho dónde, cuándo y cómo.
-¿Por qué la debemos invocar?
-Porque conoce mejor que nadie los oscuros secretos de
Deathmort.
Thyler se acercó más a mí. Paré de andar y el también
paró. Me acerque a él y le besé. No podía no hablarle durante mucho tiempo.
Hizo que me olvidará de lo que sucedía a mí alrededor. Me separé un poco de él.
-Tengo que encontrar las dos piedras que me quedan. Las
necesito para acabar con él, lo presiento.
-También lo sabía. La del agua está en Bluelake.
Volvió a unir mis labios con los suyos. Aquella
sensación fue inquebrantable. El tiempo pareció detenerse a nuestro alrededor,
noté el latir de su corazón junto al mío. Algo dentro de él me resulta muy
familiar. Me separó poco a poco, intentando mantener su calor en mi cuerpo.
Continuamos andando.
Al cabo de un rato, el sol se está ocultando entre los
árboles. Quedan unas pocas horas de luz. Miré a Thyler y noté una extraña
presencia. Una electricidad igual que laque él le producía con solo rozarle.
Entonces, ya sé que está ahí. Que me está observando, notó sus ojos clavarse en
mi espalda. Thyler me miró comprendiendo que sucedía. Me separo de él, cogí una
flecha y el arco. Apunté entre los árboles. Finn y Nagiel bajaron del caballo
con rapidez y Thai se unió a ellos. El jovencito empuñaba una pequeña daga en
su mano derecha.
-Ya te demostré que si me lo propongo suelo acertar
con el arco, Deathmort.- dije mirando entre los árboles.
Cautelosos ruidos de pisadas se aproximaban hacia mí,
sigilosos y precavidos. Demasiado para aquel que las emitía.
-Siempre me fascinas, aunque sé que no me
dispararías.- admitió una sombra colocándose enfrente de mí. Thyler y él
cruzaron una mirada llena de odio y rencor.
-¿Qué te hace pensar eso?- le pregunté, volviendo a
poner su fría mirada en mí.
-Sé bastantes cosas. De ti, tus padres…- respondió.
-Mataste a mi padre, engañaste a mi madre, nos
traicionaste y aun así crees que no te mataría.- le dije seria apuntando con el
arco a su corazón.
-¡Ah! – exclamó fingiendo sorpresa- Ya lo sabes, la
próxima vez que veas a tu madre le das recuerdos de mi parte. Y le dices que la
sigo esperando.-dijo sonriendo maliciosamente.
-Te odio y por eso morirás, aparte de por tus crímenes.-
le dije intentando aparentar dureza.
-Joven Kiara, nuestro odio es mutuo, pero me consuela
saber qué si caigo yo, caes tú.- se fue acercando a la punta de la flecha hasta
que ésta le rozó el pecho.
-¿Qué quieres decir?- le pregunté.
-Veo que no te han contado la parte de la historia en
la que te sacrificas y así consigues matarme. Por eso, si muero yo, mueres tú.-
respondió. La mirada de Thyler se oscureció.
-Estás mintiendo.- dijo éste serio.
-¿Por qué he de mentir? ¿Qué ganaría con ello?- le
preguntó Deathmort sonriendo con maldad. Había conseguido una información
valiosa, lo veía en sus ojos.
-Conseguir que abandonase la lucha, cosa que no va a
suceder.-le advertí duramente.
-Bueno, será mejor que me vaya. Tengo asuntos más
importantes que atender. De todas formas, estáis en mis dominios, siempre sabré
lo que hacéis o dejáis de hacer.- dijo desapareciendo en un neblina negra.
Thyler me miró fijamente, estaba dolido. Creo que no
quería creer lo que había dicho Deathmort. Yo tampoco lo quería creer, de modo
que guardé el arco y la flecha.
- No es cierto.- le aseguré a Thyler.
-¿Y si de verdad lo es?- preguntó acercándose a mí.
-No lo es, hay una imagen que dicta el futuro, la
victoria es inminente y yo no moriré. ¿No te acuerdas del cuadro?-le pregunté a
Thyler intentando calmarle.
-No dejaré que te suceda nada malo. Quiero creer que
no morirás.
-Pues deja de darle vueltas y pasemos juntos las
últimas semanas que quedan antes de descubrir la verdad.- le dije dibujando una
sonrisa.
Thyler se acercó a mí y sin pensárselo dos veces, me
besó. Posó su frente contra la mía, dejando una separación entre nuestros
labios.
-Si ocurriera algo, yo...
Le mandé callar y volví a unir nuestros labios. Nos
despegamos y rápidamente continuamos el camino. No iba a dejar que creyera que
no le quería y que me iba a dejar morir. Nunca. Aquella última palabra resonó
en mi cabeza con fuerza. En cuanto me di cuenta, ya estábamos en Bluelake. Se
veía la hermosa fortaleza protegida por una muralla. Alrededor un lago negro,
que en sus tiempo sus aguas debían de haber sido transparentes y cristalinas,
de ahí el nombre de la ciudad. Las estrellas estaban en el firmamento,
brillando intensas.
-Antes este lugar era precios.- dijo Finn.
-Me acuerdo de las hermosas aguas del lago, todo el
mundo bebía de está agua para curar alguna enfermedad o como modo de
purificación. Ahora es puro veneno.- respondió Nagiel.
-Entonces, ahí dentro, en ese lago, debe estar lo que
busco. La piedra del agua.- les comuniqué a todos.
-¿Qué te hace pensar eso?- me preguntó Thai.
-Pues que es un lugar al que, si me sumerjo, puedo
morir, es inalcanzable. Nadie lo conseguiría. Eso me hace pensar que está ahí,
en el lugar más sencillo, pero más difícil de conseguir.- le respondí
sonriendo.
-Interesante.- dijo Nagiel. Aunque su cara era de
preocupación.
-Será mejor que invoque a Cassandra antes de entrar.-
les anuncié a todos.
-¿A quién?- me preguntó Finn confuso.
-Luego os lo explico.- les dije alejándome de ellos.
Me acerqué al lago, la luna llena estaba asomando, me
parecía ver a Thyler enloquecer, pero no le di mucha importancia. Sus ojos
ahora brillaban muchísimo más. Alcé mi daga y me hice un corte en el antebrazo,
el dolor hizo que una lágrima resbalase por mi rostro, la cogí y la tiré al
lago. Acto seguido, acerqué mi brazo a la orilla del lago y una gota de sangre
roja cayó en el, haciendo pequeñas hondas negras. Al principio no pasó nada,
pero poco a poco, unas grandes burbujas comenzaron a salir del interior del
lago. Una joven rubia, de penetrantes ojos verdes y, aunque hacía aparecido del
interior del lago, no parecía estar mojada. Cassandra se acercó a mí.
-Gracias, Kiara, mi ayuda será gratuita.- me dijo ella
sonriendo.
-Así que tú eres Cassandra. No dudo que tú ayuda, si resulta
no ser me de gran ayuda, te mataré.- le dije firme.
Esbozo una risita malévola. Me acerqué a donde estaban
todos. Observaban a la joven con interés, excepto Thyler. Vi como estaba
apoyado en el caballo y parecía agarrarse a él con fuerza. Comprobé como los
ojos de Cassandra se dirigieron hacia él con sumo interés.
-Será mejor que nos vayamos, ya es de noche y el
bosque es peligros.-les dije a todos.- Tú usarás el caballo de Thyler.
Le dije ofreciéndoselo. Thyler subió al caballo que
llevaba antes, después subí yo. Noté que sus músculos estaban tensos, parecían
que se iban a rasgar por momentos. Le rodeé agarrándome a él, apoye mi cabeza
en su espalda.
-¿Estás bien?- le pregunté en voz baja.
-Sí, no te preocupes, pero es importante llegar a
Bluelake cuanto antes.-dijo ansioso. Su tono de voz estaba cambiando, ahora era
más duro y frío.
-Bien, pues adelante.- le dije agotada.
Comenzaron a trotar todos los caballos a un ritmo
uniforme. Thyler llevaba la marcha y los demás nos seguían. Notaba una
presencia que, de vez en cuando, era como si nos siguiese desde que abandonamos
el lago. De repente un hombre nos cortaba el paso. Thyler paró en seco al
caballo y los demás frenaron bruscamente.
-Por fin, estaba deseando conoceros. Pero sobre todo a
ti Nagiel.- dijo aquel hombre que nos miraba maliciosamente. En su rostro, una
gran cicatriz le surcaba desde el pómulo hasta la clavícula. Su pelo era largo
y castaño, de ojos negros como el carbón, cuyos cabellos ocultaban a menudo.
-Azarien…- susurró Nagiel por lo bajo. Vi como el
gesto de Finn cambiaba., apretó los puños contra su costado, éstos temblaban de
ira.
-Estáis en mi territorio, ¿qué queréis los demás?- preguntó.
-He venido a buscar un valioso objeto.- le respondí
únicamente.
-Deathmort se alegrará de veros a los cuatro.- dijo
Azarien.
-Ya sabe que estamos aquí.-dijo Thyler aclarándose la
voz. No dejaba de mirar a su alrededor, clavando la mirada en la oscuridad que,
rápidamente, se adueñaba del ambiente. Estaba a punto de caer la noche.
-Hola Thyler, aun no me he olvidado. ¿Qué te sucede?- le
preguntó sonriendo.
-Bueno, será mejor que nos vayamos.- dijo Thai por lo
bajo estirándome de la cazadora.
-Me temo que no es posible. ¡A por ellos!- gritó
Azarien.
Un gran número de soldados se encontraron frente a
nosotros. Azarien corrió a por Nagiel. Cuando quise darme cuenta estaba
luchando contra cualquier hombre o mujer que me atacara. Azarien agarraba a
Nagiel y Finn luchaba enfadado. Mató a quince hombres en menos de treinta
segundos. Estaba realmente enfadado, en el campo de lucha no le importaba nada,
y menos si eran soldados de Azarien. Vi como a Thyler se le iban las manos,
cogía la espada y atacaba, llevándose por delante a más de cinco hombres.
-¡Agarradle bien, nunca lo he visto transformarse!- gritó
Azarien.
En ese momento, no comprendí muy bien lo que quería
decir. Pero entonces, algo vibró en mis adentros. Vi como todo el mundo
agarraba a Thyler con fuerza y él no gritaba como un ser humano lo haría. Era
como el sonido de un animal furioso a punto de escapar de su cuerpo. La luna
estaba en el centro del firmamento. La ropa de Thyler comenzó a rasgarse,
haciéndose girones. Cayó al suelo, retorciéndose sobre sí mismo por el dolor.
Su cuerpo se cubrió del pelo y su mirada se convirtió en mucho más intensa. Los
hombres le soltaron. Un lobo de pelo cobrizo, ojos dorados y fuertes patas me
miraba fijamente dolido. Era él.