Miré asustada a la anciana mientras Thai, tenía una
leve sonrisa dibujada en la cara.
- ¿Greencoast, dónde estoy, en qué parte del mundo? ¿Qué es este lugar? ¿Qué
queréis de mí?
-Se me olvidaba, querida mía, hoy es tu cumpleaños,
felicidades. En cuanto a tus preguntas, tendrán respuesta muy pronto. Ven
conmigo, vamos a tomar un té.- dijo tratando de calmarme, pero fue en vanó los
nervios se apoderaban de mí, aquel lugar lo conocía, había soñado con él más
veces.
- Está bien, pero luego me iré.- dije con una voz baja. Una completa
desconocida, era la única persona que le había felicitado por su día. Kiara
pensaba que se estaba volviendo loca.
-¿A dónde te irás? No tienes a nadie, tu tía te
repudia. Este es tu nuevo hogar, aquí se
cumplirá tu destino.- dijo calmada, pero sus ojos tapados detrás de las lentes,
se oscurecieron.
-¿Mí destino…?- dije pensativa, no sabía de qué
hablaba.
-Todas las preguntas que tengas serán respondidas,
pero ahora es importante que vengas conmigo a dentro y que por ahora nadie sepa
que estas aquí.- me cogió por el brazo y me metió en aquel castillo.
Entramos en las entrañas del antiguo edificio. Todo
estaba oscuro. Cerró la puerta y echó un gran cerrojo. Se dio la vuelta y dio
dos palmadas al aire. Se encendieron unas brillantes antorchas blancas que
daban luminosidad a toda la entrada. Había un gran pasillo lleno de memorables
cuadros de batallas y personas que, según lo pensaba Kiara, debían de ser
importantes. Todo era de piedra. Al fondo del pasillo había unas hermosas
escaleras de caracol de mármol blanco. Olía a humedad, debido a que no había ni
una sola ventana en toda la parte de abajo. Me hizo un gesto para que las
subiera. En cuanto llevaba un tramo de escaleras, la anciana, paró en uno de
los cuadros al que se quedó fijamente. Me acerqué a ella.
-¿Le sucede algo?-le pregunte de buena educación,
posando una mano sobre su espalda.
-Mira…- Brígida
le señaló uno de los cuadros había una muchacha vestida de negro, como si fuera
una especie de armadura, con una fina melena marrón al aire y unos ojos azules.
Miraba hacia el horizonte. A su derecha, se encontraba un lobo. Tenía el pelo
marrón cobre y unos ojos penetrantes de color miel. El paisaje era aquel
castillo, aunque aparecía destruido bajo un cielo de color rojo.
-¿Esa soy yo?- pregunté incrédula- ¿Por qué aparece mi
imagen en ese retrato?
Kiara comenzaba a asustarse. Necesitaba respuestas.
- Los cuadros de este lugar no solo rebelan el pasado, si no los hechos
importantes del futuro. Ese es tú destino.- dijo la anciana mirándome
directamente a los ojos.- Subamos arriba, te lo explicaré todo.
Me quedé mirando el cuadro, pensativa. ¿Quién sería aquel
lobo? “Un momento” recuerda ella. “En mi sueño aquella cúpula de luz blanca, se
rompía por el aullido de un lobo…no sería que aquel lobo quien la habría roto.
Subí las escaleras, Thai ya estaba arriba del todo,
acompañado por la anciana. Había tres puertas. Ese lugar ya tenía varias
ventanas, una fina, por la que se podía ver aquella estrecha llanura verde al
fondo, altas y duras montañas.
-Kiara, por aquí. Mira está puerta da al comedor, a la
biblioteca y a la sala de estar. La del medio da a las habitaciones y la de la
derecha, da a un viejo salón de fiestas y a la azotea. No te recomiendo subir, a no ser que vayas acompañada.- dijo Thai
guiñándome un ojo.
-Entendido.-dije desviando la mirada.
Entramos a la puerta de la izquierda. Había una gran
sala repleta de ventanas acristaladas por las que se veía todo el paisaje.
Había en un pequeño rincón y, frente de una enorme chimenea, dos sillones
antiguos pero bien cuidados. Todas las paredes estaban ocupadas por estanterías
llenas de libros, excepto una de ellas que contenía un gran cuadro. El cual, reflejaba
dos extremos uno muy claro y seguro y otro muy oscuro y frío. La luz y la
oscuridad. En una de las esquinas, había una gran mesa de comedor. La
habitación estaba iluminada por muchas antorchas de la misma luz blanca de la
entrada. Aun entraban rayos de luz por la ventana. De repente, apareció Brígida con una reluciente bandeja de
plata que contenía un precioso juego de té. Lo posó en la pequeña mesita, entre
los dos sillones. Seguía admirando aquel lugar tan desconocido pero, al mismo
tiempo, tan bello.
-Acércate, querida mía, y siéntate conmigo a tomar el
té. Yo te ilustraré sobre tus preguntas.- dijo con un tono calmado, educado y
cortés al mismo tiempo.
Me senté en el sillón que estaba al lado suyo, mientras
Thai bajaba uno de los libros y se sentaba en una de las sillas. Se puso a leer
mientras la anciana me ofrecía una taza de té.
-Preguntadme.-dijo aquella mujer impaciente.
-¿Qué es este lugar?-pregunte más tranquila. Ya había
cogido confianza con aquella mujer.
- Es un lugar paralelo a la tierra, donde se decide el destino del mundo, en
cuanto a luz y oscuridad se refiere.
- ¿Qué significa eso? Contadme todo, por favor.- le
rogué.
- Hace mucho tiempo, cuando el hombre aún no distinguía del bien o del mal,
se creó una nueva raza de hombres, somos iguales que ellos, más que poseemos
ciertos poderes que van apareciendo a lo largo de la vida del individuo.
Vivimos para decidir el destino del mundo y equilibrarlo, separando el bien del
mal.
- ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué tiene que ver todo esto conmigo?
-Eres hija de uno de nosotros. Estás destinada, como
en aquella imagen que viste, a salvarnos a todos.- dijo aquella mujer mientras
bebía un sorbo de aquella taza que sujetaba firmemente.
-Soy hija de uno de vosotros, ¿de quién? ¿Por qué os
tengo que salvar? ¿Y de qué?- pregunté alterada.
-De una de las más grandes protectoras de la luz. Ella
se te aparecerá, te revelará su identidad, cuando lo deseé- dijo muy serena.-
Ella sabe que estás aquí, pero quiere presentarse cuando estés preparada.
-¿Qué quiere decir con cuándo esté preparada?-
pregunté muy curiosa.
-Cuando sepas luchar y descubras tu poder.- dijo
aquella mujer dejando la taza en la bandeja.
-Entonces, ¿qué es exactamente este lugar?- pregunté sorbiendo
un poco de té.
-Es un castillo de entrenamiento, donde acogemos a
huérfanos y dónde vienen a entrenar todos los jóvenes de los alrededores.- dijo
explicativa, mirando por la ventana, y luego a Thai- Aquí se preparan hasta que
cumplen la mayoría de edad.
-¿Cuál es mi destino?- dije entrecortadamente. Todo
era muy confuso.
-Es librar la última batalla de la luz contra la
oscuridad. Tú y varios de tus nuevos compañeros, la ganaréis. Habéis sido los
elegidos.- dijo empezando a impacientarse.
-¿Quiénes son las demás elegidos?
-Yo no te lo puedo revelar, lo iras viendo tú, poco a
poco en tu estancia aquí. Al igual que muchas otras cosas.
-¿Por qué este es el único edificio qué se mantiene en
pie?
Brígida suspira, cansada de tantas preguntas.
-Te voy a contar una historia que, tal vez, te ayude a
entender. Una mujer, muy bella, de gran
rango en el poder de la luz, se casó con el hombre más importante también de
este. Juntos tuvieron una hija. El mejor amigo de su marido, estaba enamorado
de ella y se lo confesó, ella hizo oídos sordos de sus sentimientos. Pronto,
empezó a haber guerras, pequeñas, de no mucha importancia, hasta que le tocó
luchar a esa mujer y a su marido. Sabían que sus posibilidades de ganas era
insuficientes, así que mandaron a la
hija con la hermana de la madre, que no había desarrollado sus poderes, a la
cuidad. En la guerra, lucharon estos tres con alma y corazón. Cuando estaban a
punto de perder, él marido de ella, le dijo que se fuera, que huyera, y así lo
hizo. Cuando al cabo de unos días volvieron los que consiguieron escapar, solo
volvió el amigo de su marido, ella cayó en la pena, y no fue a por su hija. Su
amigo volvió y le sirvió de apoyo para superar la muerte de su esposo. Al cabo
de los meses, ella se enamoró de él y él de ella. Un día, un conocido de
aquella mujer que lo habían dado por muerto, a pareció y le reveló lo
verdaderamente sucedido. Él mejor amigo de su marido, cuando estaban a punto de
matarlo, en lugar de ayudarlo, dejo que lo mataran. Quería a su mujer solo para
él. Ella, enfadada y llena de ira, hizo un intento de acabar con su vida. Pero
él lo sabía y cuando ella lo fue a matar, huyó, renunciando a la luz y a sus poderes.
Se unió con la oscuridad y ahora es su cabecilla. Es más fuerte que nunca. Se
ha vuelto en el ser mágico más peligroso de toda la comarca- dijo la mujer,
mientras yo la escuchaba atentamente.
-¿Por qué me cuentas esto?- pregunté asustada. De
alguna forma u otra, todo este estaba relacionado conmigo. La vida tal y como
la había conocido ahora, desapareció.
-Porque ella era tu madre y, a aquel hombre que
mató, era tu padre. Kiara, tú eres quien
debe derrotar a Deathmort. Eres la elegida para salvarnos de la oscuridad
eterna.-dijo ella con la cabeza agachada.
- ¿Cómo lo sabes lo que paso?-pregunte, empezando a sentirme furiosa y con
las lágrimas a flor de piel.
- Porque yo estuve allí. Yo ayudé a tu madre, ayudé a todos.-dijo cabizbaja.-
Hemos pasado mucho tiempo hablando, te he contado demasiado. Mañana empezarás a
entrenar. Dormirás aquí. Thai enséñale su cuarto.
Thai se levantó dejando el libro en la silla. Me cogió
de la mano y salimos de aquel cuarto, en el que se palpaba la culpabilidad.
Subimos las escaleras, en silencio. No podía dejar de pensar en todas las
repuestas que Brígida me había dado hace unos minutos. Toda mi antigua vida fue
una mentira, una farsa. Mi madre está viva…Yo soy la elegida…Kiara tenía mucho
en que pensar esta noche. Thai y la joven llegaron a un lugar dónde había tres
puertas.
-
Kiara, la mía es la de la derecha y la tuya es la de la izquierda. Tiene
las mejores vistas. Estoy seguro que las disfrutarás. Buenas noches.- dijo
mirándome y sonriendo suavemente. Le devolví la sonrisa.
-Buenas noches, Thai.- dije amablemente. Me metí en la
habitación.
Era una torre, estaba claro. Tenía todo adornado por
ventanas y cortinas de terciopelo. Estaba anocheciendo, y las vistas era
preciosas des la ventana junto a la cama. La habitación era de piedra, como el
resto de la estructura del castillo. En una balda de la parte de abajo había
muchos pares de zapatos, de muchos colores y formas. Abrí el armario, había
mucha ropa, miré a ver si había un pijama, y sí efectivamente, uno de seda
azul, como el color de mis ojos. Lo saque y me lo puse, deje la ropa tirada en
una pequeña mesa de escritorio que había enfrente de la cama. Había una puerta
que daba a un baño y otra más pequeña que daba a un alijo de armas de todo
tipo. Me fui a la cama e intenté dormir. Dejando mi mente en blanco. No le
apetecía pensar en que le depararía su destino.
“Otra vez aquella luz cegadora que me envolvía sin
escapatoria. A primera vista parecía una fina capa de centelleantes y diminutas
estrellas pero, cuando me conseguía encerrar en ella, se volvía rígida y dura
como una roca. Volvía a sentirme como si mis fuerzas disminuyeran a la
vez que la cubierta de luz se echaba sobre mí. De pronto, un estruendoso ruido
rompía la cúpula dejando paso a una densa oscuridad. Era un aullido de lobo.
Notaba como un sudor frío le recorría mí espalda
mientras respiraba con dificultad. El aullido no cesó hasta acabar con la luz
cegadora y brillante, dejándome libre y aturdida. Fugaces sombras me rodeaban
reclamando mí nombre. Cada vez, giraban a su alrededor a más velocidad, aclamando su
nombre. ¿Qué querrían de mí? El grupo de sombras siniestras se abrió
paso ante mí, dejando visibles dos grandes ojos color miel. Está vez, pude
vislumbrar un poco más, su pelaje era color marrón cobre, como el del cuadro.
Las sombras seguían rodeándome, pero intenté no prestarles atención. Me acerqué
a aquel lobo, fui a acariciarle el pelaje pero algo me lo impedía…”
Me desperté, ya era por la mañana. Debían de ser las
seis y el sol de la mañana mostraba sus primeros rayos del día. Ya no podía volver a conciliar el sueño. Ese lobo,
es el mismo que el del cuadro, sé que he de encontrarle. Algo en mí me decía
que bajara, que tenía algún tipo de sorpresa esperándome. Me levanté de la cama
de un brinco. Cogí una especie de vaqueros negros, más pesados que unos
normales, una camisa de color blanco ceñida, con detalles es oro y las botas,
aquellas eran altas y de cuero negro. Me las puse, me llegaban por la rodilla.
Salí del cuarto corriendo. Baje las escaleras, y llegué al patio.
Abrí la puerta, quitando el cerrojo, el frío mañanero
caló mis huesos. Cogí una de las espadas de la entrada. Algo en mis a adentros,
se me removió para que lo hiciera. La espada era pesada, con la empuñadura de
oro y detalles en plata. El campo de entrenamiento de afuera, era uno de los
más grandes que debía de haber en el castillo. Había un espantapájaros clavado
en el suelo, seguramente para practicar con la espada. Me acerque a él, cerré
los ojos y mi mente se relajó durante un
momento, más tarde, mi cuerpo hizo el resto. Jamás me había movido así, yo era
una negada para educación física, pero ahora parecía lo contrario. No conseguía
estar bien, tenía la sensación de que me estaban observando. Cerré los ojos
suavemente, y oía las pisadas de un animal, grande, pesado, camuflado entre los
arbustos de detrás del espantapájaros de prueba.
-¡Sal de ahí! ¡Sé que estás ahí!- dije sin obtener respuesta de ningún tipo.-
Muy bien iré a por ti.
Dejé la espada en el suelo, me concentré. Algo en mi
interior, me decía “Rápida y sigilosa, bonita como una flor, pica como una
avispa”. En un abrir y cerrar de ojos, me encontré en medio del bosque,
perdida. No había rastro de ningún animal. Solo la presencia de un joven
apuesto con el torso descubierto.
-Tranquila, no te voy a hacer daño.- dijo aquel chico
clavando su mirada en Kiara. Sus ojos marrones como la miel le intrigaban y
fascinaban a la vez.- Me llamo Thyler
-
Yo me llamó Kiara.- dije con la voz temblorosa. Tenía la sensación de
haberle visto antes.
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