Descripción del blog:

Este es un blog en el que dos amigas publicamos nuestra historia. Comenzamos con la primera parte; "Aullido en la oscuridad" ¡Esperamos que os guste!

sábado, 9 de noviembre de 2013

Aullido en la oscuridad. Capítulo: 5

Me llevo por unas estrechas sendas en las que íbamos él delante y yo detrás. No decía nada, estaba concentrado en los alrededores. En aquel majestuoso bosque de árboles altos, sin hojas, que dejaban pasar la luz del sol. Notaba a Alma un poco inquieta. Oía el ruido de la naturaleza, el pisar de los animales, el susurro del viento y los pequeños tintineos de un riachuelo no muy lejano. Aquel paisaje me resultaba familiar, todo aquello, pero yo nunca había estado allí en persona. Tal vez en algún sueño. Notaba mis frías manos rodeando las riendas de cuero con fuerza. Thyler, sabía que estaba muy tensa, todo me había pillado por sorpresa, un nuevo mundo había caído a mis pies y yo, de la noche a la mañana, me había convertido en su luchadora. Había descubierto que mi madre vivía y mi padre…Thyler se detuvo, habíamos llegado a un ensanchamiento en aquel camino, se giró. Notaba el frío metiéndose por mi camisa blanca, empapándome los huesos. Me miró fijamente, pensativo.
-Ya están colocadas las dianas. Solo tendrás que fijarte. Son de color rojo.- dijo mientras se bajaba del caballo y lo ataba a un árbol. Me pasó el arco y las flechas. Intentaba concentrarme, pero era muy difícil, todo en aquel lugar me abrumaba. Había descubierto otra parte de mí que no era yo.
-Entendido.- le dije con total firmeza. Notaba el arco frío entre mis dedos. Cogí una flecha, eran de madera con las plumas doradas. Observé cómo se acercaba  a Alma y se miraban fijamente. Se subió a ella de un salto. ¿Qué estaba pasando?
-Dame las riendas, así podrás disparar.- se las pasé, notaba sus piernas calientes pegadas a las mías, su pecho subiendo y bajando, su respiración en la nuca y sus brazos rodeándome.- Concéntrate, tu puedes…haz como si yo no estuviera aquí. ¿Lista?
-Más que nunca.-le dije mirándole a los ojos. Nuestros rostros estaban muy juntos, casi rozándose.
Cogió las riendas y empezó a hacer que Alma galopará muy rápido. Empuñé el arco y preparé una flecha, me giré y disparé a una diana roja. Cargué otra flecha, vi otra a la derecha, volví a disparar. Cargué  el arco, a la izquierda había una a lo alto, disparé. Preparé otra flecha, una se encontraba a ras de suelo, me incliné dejándome llevar por una parte de mí que me indicaba dónde estaban, volví a disparar. Me coloqué en buena posición mientras cargaba otra flecha. Había una detrás de un árbol, era muy difícil de ver, me giré vislumbrando el rostro de Thyler, mirando hacia el frente, disparé. El caballo fue cesando su agitada corrida. Dio la vuelta y, con el caballo otra vez galopando, revisó las flechas mientras las desclavaba. Volvimos al llano donde estaba Vivaz, tranquilo y olisqueando el suelo. Bajo del caballo. En todo el camino hasta llegar al caballo negro, Thyler no había dicho nada. Le pasé el arco y lo guardó. Aún no me había dicho que tal había hecho aquel ejercicio. Ya no notaba el calor de sus piernas, sus brazos rozando mis costados, como subía y bajaba su pecho y su respiración en mi nuca. El frío me volvió a arropar.
-Baja del caballo, continuaremos a pie.- anunció con una áspera voz mientras desataba a Vivaz.
-Pues tenemos un problema…- le dije con voz temblorosa. Se giró hacia mí con una mirada llena de recelo.-…he sabido subir, pero no se bajar.
Se acercó a mí sigilosamente, sus pasos se clavaban en la tierra húmeda  y los claros de luz que dejaban atravesar las ramas iluminaban su rostro, sus ojos y su pelo oscuro. Sonrío y su mirada se clavó en mis ojos, que por una vez se sentían…admirados por los suyos. Me puso las manos en las caderas con cuidado, estaban calientes y con fuerza de sobras, me elevo del caballo y me fue bajando, sus ojos quedaban por debajo de los míos, que me miraban de forma intensa. Me posó en el suelo y cambio el rumbo de su mirada. Estaba confusa, Thyler tenía ocasiones en las que me odiaba y otras que hacía sentirme deseada, acompañada. Cuando estaba con él, me sentía protegida, cuidada, arropada por su calor, como si le conociera… ¿Qué me está pasando…?
Cogió las riendas del caballo, iba andando deprisa, no quería coincidir conmigo, no quería que le hablara… ¿qué le pasaba? Hice lo mismo que él y me puse a su altura. Íbamos andando el uno junto al otro, le miraba fijamente. Nadie dijo nada, seguí mirando hacia el frente, observando ese bonito paisaje e intentando que la situación no fuera incómoda, pero era demasiado tarde. Nuestras miradas coincidían alguna vez, aunque, rápidamente, cambiaban de destino. Tenía frío, no hacía muy buen tiempo para llevar solo una camisa. Thyler se dio cuenta. Llevábamos media hora andando en silencio. Paró en seco, se quitó la chaqueta de cuero, dejando ver la camiseta oscura que marcaba su esculpido cuerpo. Me la ofreció, sin decir ni una palabra. Yo paré y la acepté. Me la coloque y saqué el pelo que se había enganchado por dentro.
-Gracias- agradecí con un susurro de voz sabiendo que no obtendría respuesta. Me equivocaba. Mis ojos coincidieron con los de él.
-De nada. Oye, llevo todo el rato preguntándome algo.-dijo mirándome, mientras caminábamos.- Nunca has hecho nada de esto y…parece que llevas entrenando muchos años.- Sus ojos miraron hacia el frente, los míos se clavaron en el poco cielo que nos observaba. Se hizo un silencio.
-Lo sé, nunca se me han dado bien los deportes y, el llegar aquí y saber cómo manejar una espada, como disparar, como montar a caballo…es todo muy confuso.- dije mirando hacia el frente, notaba como sus ojos se clavaban en mí.
-Haces que parezca fácil lo que hacemos.- dijo mientras me miraba. Me giré para verle la cara, la cual, había cambiado por completo, sus ojos se habían llenado de un brillo especial, su rostro se mostraba relajado, sus labios mostraban una bonita sonrisa, en el fondo, debajo de esa coraza dura y fría, escondía un pequeño corazón.
-Llevo preguntándome esto desde que te nombraron mí adiestrador, ¿cuál es tú don, Thyler?- le pregunté. Él dejo de mirarme, sus rasgos se volvieron contrarios, la sonrisa se había borrado, los ojos se habían oscurecido, ahora parecía un chico frío y distante. El Thyler de siempre.
-No te lo voy a decir, cuando llegue el momento, lo sabrás.- dijo corriendo más.- Estamos llegando. Hora de comer.
Aceleré el paso.
- A veces pienso que me odias, a veces pienso que te caigo bien…te contradices, me confundes…-le dije cruzando nuestras miradas.
-A eso yo también sé jugar.- dijo enfadado.- No me conoces, y vienes aquí para aprender a luchar, y ya sabes. Vienes aquí y cambias mi mundo, no quería ser tu adiestrador por el mínimo hecho de que soy una persona solitaria por deseo, mientras que tú…no te conoces ni a ti misma. Si no te lo quiero decir, será por algo. ¡No todo te lo van a dar hecho! -dijo medio gritando.- Para ti todo tiene lado bueno pero yo, por ejemplo, no lo tengo por elección mía. Tú tienes un destino y yo…- le interrumpí, las lágrimas que iban a brotar de mí, empezaban a escaparse. Me seguía mirando, pero ahora se sentía dolorido y culpable. Me quite su chaqueta y se la tiré.
-No tienes ni idea…-le dije llorando. Thyler empezaba a mirarme con culpabilidad.-…me has hecho más daño que todas las personas que he conocido en estos pocos segundos, con unas simples palabras para ti…
- Yo…lo siento.- dijo el acercándose a mí, dejando a Vivaz sin atar.
-¡No! ¡No lo sientes! Y lo dicho, dicho está.- le dije llorando, no sabía por qué me había respondido así. Fue hacia mi decidido, le empuje hacia atrás.
-Yo…no quería decir…-decía mientras intentaba secarme las lágrimas y disculparse.
-Sí soy tanta molestia para ti, le diré a Brígida que ya no quiero que me entrenes.- le dije soltando a Alma, no la había atado. Seguía intentando apartar a Thyler de mí. Mientras me secaba las lágrimas y Thyler se iba acercando, los dos animales salieron corriendo. Dejándonos allí, solos.
-Dios…es que soy…-dijo mirando al suelo apartándose de mí, y pegando pataletas al suelo, se dio cuenta de que la cesta con comida estaba en el suelo. Ya no brotaban lágrimas de mis ojos, seguí andando, Thyler se quedaba atrás, cogió la cesta.-…vamos a comer a dónde te he dicho…
Ahora el frío se había evaporado por las calientes y húmedas lágrimas que surcaban mi rostro. Sus ojos se clavaron en mi espalda.
-¿Por qué corres?-preguntó curioso, aceleró el paso y se puso a mí altura.
-Porque no quiero estar contigo, ¿no me odiabas?-dije acelerando el paso, y él volviéndose a quedar atrás.
- No te odio es solo que…-dijo confundido, agarrándome el brazo y haciendo que parará.
-Era una pregunta retórica.-le dije bruscamente, cansada de verle, el frío ahora era solo un manto que arropaba el paisaje.
-Lo sé.- dijo mirándome con sus grandes ojos color miel. Un escalofrío recorrió mi espalda.
-¿Pues entonces?- le dije mirándole a los ojos enfadada, esperando que él se expresase de la misma forma.
- Es solo que…-volvió a decir, parecía que le costaba admitir algo, pero… ¿él qué?
-¿Qué eres una persona solitaria?, ¿qué lo eres por elección? ¡O venga ya, eso no se lo cree nadie! Solo eres a sí de antipático, por él mínimo hecho de que no te gusta abrirte a los demás, tu ropa, tus expresiones…son solo una coraza de tipo duro…ves yo también se jugar a creer que conozco a las personas, pero lo más duro es que sabes que tengo razón.- le dijo bruscamente, sus ojos se oscurecieron, perdiéndose, como si le hubieran atestado una apuñalada en el corazón.
-Tienes razón en la mayoría de cosas…pero eso que has dicho, es en lo que te has dado cuenta en menos de un día, en lo exterior, pero en realidad no sabes lo que soy…-dijo encontrándose con mis ojos, ahora brillaban más que nunca, me soltó el brazo, el frío caló hasta mi alma.
Siguió andando, yo iba un paso más atrás que Thyler,  le había hecho daño. ¿Qué estaba pasando? ¿Ahora yo había sido yo la antipática? Nadie decía nada, yo solo me limitaba a seguirle, apresurada. Pegó un brusco giro a la izquierda, cosa que yo también hice. Atravesamos una gran maraña de árboles, después de unos minutos, nos encontramos en una pradera llena de lavandas y con unas bonitas vistas a la maleza. Era precioso, se podía ver el azul cielo, los troncos de los árboles luchando para ser vistos y el oír piar de los pájaros. Thyler se sentó en el suelo, observando al cielo. Yo me senté un poco más separada de él. Le miré, y él se giró para mirarme.
-Lo siento, no era mi intención decirte eso, yo no soy así.- le dije, el cambio el rumbó de su mirada, otra vez hacía el cielo. Creía que no iba a decir nada.
-Si yo no te hubiera dicho lo que te he dicho antes, no te habrías puesto así. La culpa es mía por creer que te conozco.- dijo volviendo a posar su mirada en mí.
-Entiendo que no me quieras decir algunas cosas.-le dije mirándole a los ojos. Nos miramos fijamente unos segundos. Hasta que Thyler rompió el silencio con un carraspeo.
-El ejercicio de tiro…lo has hecho muy bien, es verdad, tienes buena puntería. Creo que no te hace falta que te enseñe a luchar, ya sabes hacerlo.- dijo sonriéndome.
- No quiero hablar de eso. Estamos aquí ahora para comer, no para que me digas lo que hago bien o hago mal. Ya tendrás tiempo.-le dije sonriendo. Pero los escalofríos no cesaban.
-Toma, póntela, vas a pillar una neumonía.- dijo mientras me pasaba su chaqueta. Me la puse, está vez él me sacó el pelo que se había quedado enganchado dentro, me sorprendió un poco. Seguía caliente. El frío que sentía se evaporaba poco a poco.- ¿Qué quieres comer?-preguntó sonriéndome. Debían de ser las cuatro de la tarde.
-Dame una manzana, por favor.-sacó de aquella cesta una manzana roja, la más roja que había visto nunca. Thyler se cogió otra, no teníamos tanta hambre después de aquella discusión.
Me la pasó y le pegué un mordisco, estaba muy dulce. Seguí mirando aquel paisaje, más que ahora, miraba al cielo tumbada, sin saber que esperar del futuro, del presente…Él estaba sentado, mirando hacia el frente.
-Bueno, cuéntame tu historia…-dijo girándose, para mirarme, sus ojos ahora brillaban más que nunca, y su rostro, brillaba por la fina luz del sol.
-¿Qué historia?-le pregunté confusa.
-Tu vida, ¿sería un buen comienzo para saber el uno del otro, no crees?-dijo entre suspiros, se tumbó a mi lado.
-Pues…a ver por dónde empiezo…Mis padres me abandonaron, dejándome con mi tía, la cual, me trataba como a una basura. No encajaba con nadie en el instituto. Ayer cumplí los dieciocho y, antes de otro nuevo día espantoso en la historia de mi vida, descubrí Greencoast. Hasta ahora.- dije mientras Thyler seguía sonriendo, ya se había acabado la manzana.- ¿Y la tuya?
-Pues yo no tengo padres, he estado sobreviviendo solo, hasta que conocí a Brígida. Ella fue quie me enseño a luchar. Cuando cumplí los dieciséis me fui de allí a vivir al bosque.-dijo mientras pasaba sus manos por sus cabellos oscuros.
-Es decir que, ¿hoy ha sido el primer día que os habéis visto en dos años?-dije mirándole, estaba empezando a oscurecerse. ¿No era muy temprano para que cayese la noche?
-Sí, así es.- dijo mientras me miraba. De repente se oyó un ruido de cascos de caballos. Thyler se levantó rápido, desenvainando una de sus dagas y empuñándola con fuerza. Yo me levanté, fugaz.- Kiara ponte detrás de mí.- me alertó en voz baja. No paraba de mirar hacia el frente, donde se divisaban dos siluetas, una negra y otra blanca. Eran dos caballos, Vivaz y Alma. Bajo la daga y me fui a por ellos y los até a un árbol Thyler se había vuelto a tumbar, yo hice lo mismo.
-Qué susto -respiré aliviada -responde me esto, ¿cómo descubriste este lugar?- le dije curiosa, una hermosa luna llena comenzaba a salir. Definitivamente, ya estada cayendo la noche. Demasiado temprano…
-Oye, escucha, no te sientas mal, pero me tengo que ir, ¿sabrás volver a casa?- dijo empezando a preocuparse, llevábamos varias horas hablando, sus ojos se iluminaron.
-¿Por qué?- le pregunté sin saber que quería decir.
-Escucha, no hay tiempo para explicaciones, llévate a Vivaz y Alma, mañana continuaremos.- dijo levantándose y ayudándome a mí.
-¿A qué tanta prisa?- la luna estaba ya casi en medio del cielo.
-Mañana hablaremos vale, descansa.-dijo él empezando a agobiarse, sus ojos se volvieron más dorados. Me ayudó a subir a Alma, y desató a los caballos. Se puso en frente de Alma, y la miró fijamente, no sé por qué hacía eso.- Agárrate fuerte, adiós.

Sin dejarme replicar ni una sola palabra más, desapareció entre los altos árboles. Alma comenzó a correr tan rápido que Kiara sentía el roce del viento como cuchillas. Mientras volvíamos la luna ya estaba en su punto más alto y un fuerte aullido sonó de entre los árboles. Un aullido conocido. 

2 comentarios:

  1. Santo Dios. Es excelente esta novela. Tu y tu amiga tienen una gran imaginación. Además de que Thyler me encanta *o*.
    Besos

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    Respuestas
    1. Hola Lia:)
      Muchísimas gracias! <3 Jeje tanto ella como yo te agradecemos que te hayas pasado y que te haya gustado:)
      Thyler es amor jaja<3
      Un besazo!

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